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  • Foto del escritorAlejandro Panfil

Central-Newell’s: quién es quién en el clásico más intenso del mundo

Alejandro Panfil


No sería fútbol argentino si no hubiese rivalidades llevadas al extremo. Y una de ellas, quizás la más representativa, es la que existe entre Rosario Central y Newell’s. Ambos le dan vida al clásico más intenso del mundo y literalmente dividen a una ciudad en dos tras más de un siglo de antagonismo que desde hace varias décadas traspasó el límite de lo estrictamente deportivo.


Rosario Central fue fundado el 24 de diciembre de 1889 por trabajadores del ferrocarril. Su primer nombre estaba cantado: Central Argentine Railway Athletic Club; Newell’s Old Boys nació el 3 de noviembre de 1903 haciéndole honor con su nombre al inglés Isaac Newell, fundador del Colegio Comercial Anglicano Argentino, el primer instituto educativo no católico de la ciudad y el primero en tener educación física como materia.


Todo transcurría dentro de los parámetros normales de convivencia deportiva hasta que en la década del 20, según la leyenda, los dos equipos fueron invitados a disputar un partido amistoso a beneficio del Patronato de Leprosos de la Ciudad. Central se negó a jugarlo y los de Newell’s, enojados, los tacharon de “Canallas”, a lo que estos devolvieron el agravio denominando “Leprosos” a su rival.


Pero claro, esos apodos más inocentes que despectivos no eran suficientes para conformar la identidad de unos y otros. No la iban a percibir a la distancia, sino desde la interacción constante. Y para ello no hubo mejor escenario que las calles de Rosario, ya que, como lo resume José Manuel Valenzuela Arce, “la identidad no es una esencia, un atributo o una propiedad intrínseca del sujeto, sino que tiene un carácter intersubjetivo y relacional. Es la autopercepción de un sujeto en relación con los otros; a lo que corresponde, a su vez, el reconocimiento y la aprobación de los otros sujetos”.


¿Y en esa interacción qué los distinguía? “Hasta los años 60, Newell’s era conocido por ser un club de clase media, ubicado en el Parque de la Independencia y su gente reunía los atributos de responsabilidad y respetabilidad que por entonces tenía la clase media rosarina”, describe a El Buen Toque Rafael Bielsa, ex Ministro de Relaciones Exteriores durante la presidencia de Néstor Kirchner y reconocido hincha de Newell’s.


Rosario Central, por su parte, siempre fue más periférico, más popular. “Ser de Central implica una señal de identidad muy fuerte con lo popular, de hecho cuando uno repasa hinchas famosos de Central tiene a Alberto Olmedo, Fito Páez, Roberto Fontanarrosa, el Che Guevara y del lado de Newell’s no se conocen tantos personajes. Central es más barrial y tiene una hinchada más politizada y que se banca todo”, resume a esta revista Reynaldo Sietecase, periodista, escritor y simpatizante Canalla.


El sur de la ciudad vs. el norte, la clase media vs. la masa popular, el sentido de pertenencia vs. el bancarse todo. Elementos que aportaron las principales referencias de uno y otro, pero además, el hincha de Newell’s siempre valoró su sentido de pertenencia y por ello siente orgullo cuando jugadores de su cantera llegan a la selección nacional. Además, presume tener más “mundo”, ya que embajadores como Marcelo Bielsa, Gerardo Martino o Mauricio Pochettino suelen referirse a Newell’s en las conferencias de prensa, a diferencia de estrellas surgidas en Rosario Central que no acostumbran levantar tanto la bandera Canalla en el exterior. Trato reciproco, cuentan, ya que el hincha de Central deja de sentir como propios a aquellos jugadores dejan el club.


Esas identidades fueron mutando y confundiéndose a medida que se profundizaba la degradación social y cultural en la Argentina. “Las diferencias sociales entre sus simpatizantes se aplanaron, las barras bravas se homogeneizaron en su barbarie, y allí empezaron a aparecer rasgos de la rivalidad que se fueron acrecentando hasta ser lo que son”, apunta el hermano mayor de Marcelo Bielsa, hoy el máximo ídolo de la institución. “Esos rasgos fueron desde leprosos y canallas hasta pecho frío y parlante. Desde el día del Padre, el 8 de marzo, al gol de palomita de Poy”, ejemplifica.


Según Bielsa, estos son episodios que enorgullecen en la virilidad o bien en la gallardía de uno, repercutiendo en la falta del otro, y viceversa. En definitiva, rasgos de la sociedad en general y de la Argentina en particular que fueron sumando ferocidad al enfrentamiento: la impaciencia, la crueldad como una forma de la impotencia, el anonimato de las redes sociales y su invitación a la impunidad en el uso de la palabra, la violencia delictiva por intereses embozada detrás de una supuesta defensa de los colores, son todos elementos que hoy caracterizan la rivalidad, volviéndola mucho más social y cruenta que deportiva y pintoresca.


Esa rivalidad más social y cruenta tiene sus marcas en las paredes y los postes de luz de la ciudad, que aparecen pintados de rojo y negro si el barrio es de Newell’s o de amarillo y azul si al barrio lo domina Central. “Acá hay disputa, tiros, mafia, y la municipalidad constantemente interviniendo para que no termine todo en una balacera”, remarca el periodista Sebastián Garavelli, autor del libro Tata Martino, de exiliado a elegido.


Debido al excesivo protagonismo de las barras bravas y a la falta de soluciones por parte del estado, se llegó al extremo de evitar los partidos amistosos entre ambos desde hace 19 años. Es más, se llegó al extremísimo escenario de tener que jugarse fuera de Rosario y sin público el clásico por la Copa Argentina que ganó Central en 2018. “Ese día era muy difícil trabajar, transitar la ciudad... se sentía todo muy áspero. Sobrevolaba la sensación de que algo raro pasaba. Finalmente los de Newell’s se escondieron en sus casas y los de Central coparon las calles. No pasó nada. Pero el drama existió”, recuerda Garavelli.


Más allá del combo de tensión y violencia latente que lo rodea, el clásico rosarino conserva una muy rica historia. El primero fue el 18 de junio de 1905 y fue para Newell’s: 1-0 con gol de Faustino González. En total se disputaron 269 partidos, con 92 victorias para Central, 75 para Newell’s y 102 empates. Y dentro de esos números habitan el cielo y el infierno de cada uno: la famosa palomita de Aldo Pedro Poy para que Central eliminara a Newell's y pasara a la final del Torneo Nacional de 1971 y el golazo de Mario Zanabria que el dio el 2-2 y el título a Newell’s en la mismísima cancha de su eterno rival. Central tuvo, entre otras glorias, a Mario Kempes y a Omar Palma; Newell’s equilibró la balanza no sólo haciendo surgir a figuras como Gerardo Martino, Gabriel Batistuta o Maxi Rodríguez. También allí se inició Lionel Messi y además jugó un puñado de partidos Diego Armando Maradona.


“Es el partido que deseo ganar, por frente a cualquier otro enfrentamiento deportivo, incluida la selección de mi país. Cuando gana Ñuls me siento más joven, recompensado por la vida, bendito. Cuando pierde, ajado, expulsado, de mal humor”, confiesa Rafael Bielsa, mientras que Sietecase, desde la otra vereda, coincide: “Es el clásico más intenso del mundo. Yo no iba a la escuela si había perdido Central. No creo que haya ningún clásico en el mundo que tenga ese voltaje e intensidad”.


Para gozar o para sufrir, y por más que ya no tenga el brillo de otras épocas, al clásico se lo espera durante todo el año. Porque es, por lejos y sin lugar a dudas, el acontecimiento más importante en la vida de los rosarinos.

*Publicado originalmente en la revista El Buen Toque, de México.


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